Día de las bibliotecas



  Que soy usuaria impenitente de bibliotecas, así en plural, es algo de sobra conocido por mis familiares y amigos y por cualquiera que se asome a este blog y he hablado de mi relación con ellas.  Ya he hablado aquí de mi biblioteca y mis manías al ordenarla. He dado mi opinión sobre la imposición del canon a las bibliotecas públicas; me he unido al grito de socorro para que los recortes presupuestarios no se ceben en ellas (la biblioteca de Asturias no tiene presupuesto para nuevas adquisiciones). No podía faltar una entrada dedicada a los libros en que las bibliotecas son protagonistas

  Parecía que todos los temas que se me ocurrían para celebrar el día de las bibliotecas los había tratado ya. Hubiera sido un buen momento para publicar la reseña de La biblioteca en llamas pero me había gustado tanto que no pude retenerla. Lo que si puedo hacer es pedirle sus palabras prestadas para hablar de algo que sucede con mucha frecuencia y de lo que apenas se habla: la destrucción de bibliotecas en tiempo de conflictos.


Por el contrario, las bibliotecas se queman habitualmente porque contienen ideas que pueden llegar a suponer un problema.

La guerra es el principal enemigo de las bibliotecas. Algunas de esas pérdidas fueron fruto de las contingencias. Habitualmente las bibliotecas se encuentran en el centro de pueblos y ciudades, así que cuando una población es atacada resultan dañadas. En otras ocasiones, sin embargo, las bibliotecas se convierten en objetivos específicos (PAG. 128)

Destruir una biblioteca es un acto de terrorismo. […]Los libros son algo así como nuestro ADN cultural, el código de lo que somos como sociedad y también de aquello que conocemos. Todas las maravillas y los fracasos, todos los héroes y los villanos, todas las leyendas y las ideas y las revelaciones de una cultura permanecen para siempre en los libros. Destruirlos es un modo de indicar que esa cultura ha dejado de existir que su historia ha desaparecido, que la continuidad entre el pasado y el futuro se ha roto. Apartar a una cultura de sus libros es como apartarla de su memoria, es como privarla de la capacidad de recordar sus sueños. Acabar con los libros de una cultura es sentenciarla a algo peor que la muerte. Es sentenciarla a parecer que nunca existió.(PAG. 134)


  Pero hay otra forma soterrada de destruir las bibliotecas y es dejarlas languidecer sin  darles fondos para que puedan renovar y adquirir libros y otros materiales Sin dotarlas de locales adecuados o de personal formado que esté al frente de ellas y pueda asesorar a los usuarios y realizar actividades de dinamización. Y esta última forma se da con mucha más frecuencia de la que nos gustaría. 

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