Reencuentro con el commisario Bordelli

Con abril llegó un nuevo periodo de bloqueo lector y de escritura. El primero lo he roto recurriendo de nuevo al negro y a los relatos. Vencer el segundo me está costando un poco más pero  de forma inesperada ha venido el comisario Bordelli, al que ya  había mencionadoen mi ayuda. 

  Me lo habían prestado hace tiempo pero mi abulia lectora hacía que me diera bastante pereza ponerme con  L’anno dei misteri. Sin embargo,  cuando he comenzado a leerlo, me atrapó. Hacía tiempo que no sentía esa sensación de no ser capaz de dejar de leer; siempre con “ahora lo dejo. Solo dos páginas más” 


  Bordelli tiene que enfrentarse a dos casos –la violación y asesinato de una joven, además de un asesino de prostitutas que el comisario cree volverá a actuar en una fecha concreta. A pesar de ello no van a marcar el desarrollo de la novela. Tanto es así que en una crítica, un lector se quejaba de que las cenas, las charlas con los amigos, ... lastraban la historia.

  Discrepo de dicho comentario y me viene a la mente Domingo Villar y sus libros de Leo Caldas. Creo que en ambos autores, el  caso a resolver es la excusa para poder hablar de otras cosas. Aquí, reflexiones sobre el momento que se está viviendo en Europa, (la primavera de Praga, las protestas estudiantiles -la novela transcurre en 1969-, sobre la (2º) guerra (mundial) y el fascismo.

  La literatura y el arte están también presentes. La literatura como salvación; es el caso de un joven camarero que resulta ser un chico al que había detenido y  al que en lugar de encerrar, le regaló Oliver Twist o  el que presta a su amigo Rodrigo cuando, por su  indeseada involucración en un suceso, debe estar oculto durante un tiempo. 

 Están también las recomendaciones literarias que le hace el joven librero –he tomado buena nota de Alba de Céspedes, a la que no conocía y de sus obras-; o como relaciona la letra de Satisfaction, de los Rolling Stones (entonces empezando a sonar) con la obra de la escritora. Están  también  las reflexiones del propio Bordelli cuando descubre a esta autora -comparto su  sentimiento de melancolía cuando estamos a punto de terminar un libro que nos ha gustado mucho-.

 Las historias que deben contar todos los participantes en las cenas que de vez en cuando organiza Bordelli en su casa, podríamos entroncarlas con la literatura más clásica: desde Las mil y una noches  a las historias del Decamerón o las “novelas” que Cervantes intercala en El Quijote, porque cada una de ellas podría ser un relato independiente.  Me han gustado también la conversación que mantiene con el coronel Arcieri sobre el arte contemporáneo o sobre que entendemos por arte. No conocía a Lucio Fontana y sus cuchilladas y aunque recordaba lo de la caca enlatada, no sabía el nombre del artista, Piero Manzoni

  Los comentarios de su amigo Rodrigo cuando habla del museo de L’Opera del Duomo y de sus obras preferidas, me han dado otro motivo para querer volver a Florencia. Mientras tanto,  siempre es un placer callejear por sus calles, aunque sea con la imaginación, de la mano del comisario, auténtico enamorado de su ciudad.

  Aún no he terminado el libro pero me he decidido a escribir la entrada por dos motivos.  La primera intentar sacar al blog de la parálisis en que está inmerso, también involuntariamente, por mi bloqueo lector y escritor.  La segunda, porque ayer, mientras volvía del cine con una amiga, le iba hablando (más bien, dándole la paliza)  de este libro; eso suele ser señal inequívoca de que el libro en cuestión me ha gustado. 

 La novela empieza la noche de la final de Canzonnisima, evento que paralizaba a toda Italia de la misma manera que ahora lo consigue la final de un mundial. Se me ha ocurrido rescatar el rincón musical  y traer al ganador de aquella edición Gianni Morandi 




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