Un libro bonito

  Hace unos días terminé de leer  Ejercicios de Memoria de Camilleri, con ilustraciones de varios artistas italianos y que en España ha editado Salamandra. Fue mientras me detenía a contemplar con calma una de esas ilustraciones cuando  me vino como un destello este pensamiento: Que libro más bonito; es por esto que me gusta leer en papel.

  Salamandra  ha hecho una edición sencilla - mejor decir sobria ya que suele confundirse la sencillez con la simpleza-, elegante. De tapa dura, guardas rojas, papel de calidad en un bonito (de nuevo la palabra) tono crema  e incluso  cinta de registro (no sabía q se llamaba así la cinta que algunos libros traen y nos sirve para marcar donde dejamos la lectura).

 Tengo una amiga que dice que no es lo mismo comer directamente de “la pota” (la tartera) que hacerlo en una mesa bien puesta; la misma comida nos sabrá mejor si la tomamos de la segunda manera. Para mí, el libro electrónico es el equivalente a comer directamente de la pota.

  Tan importante como la historia que nos cuentan, es la forma en que está escrita.  También el aspecto físico y todos los elementos que la componen: calidad del papel, márgenes, tamaño de la letra, encuadernación, elección de la portada – este valor añadido se pierde en la versión electrónica. 

  Es también un libro luminoso, impregnado del sol y la luz siciliana. En tiempos oscuros y tras un enero negro, se agradece leer estos ejercicios que son en realidad anécdotas de diversos momentos de la vida de Camilleri, desde su infancia a sus primeros trabajos como director teatral o la mención a los premios recibidos durante su carrera.


   Al leerlo tienes la sensación de escuchar al autor contándote estas anécdotas. En realidad,  era exactamente lo que hacia: contar, más que dictar, esos  recuerdos que no tenían pretensión de ser publicados. 

  Esta sensación de "oralidad" que desprende el libro me lleva a pensar en los audiolibros, que me provocan menos rechazo que el libro electrónico. Quizás porque soy  "escuchante" de radio desde pequeña - así fue como conocí al comisario Maigret, a través de los capítulos de lo que entonces se llamaba radioteatro y ahora a vuelto a resurgir como ficción sonora. 

  Precisamente hace un par de veranos estuve escuchando a través de Radio 24 IlSole24 (una emisora italiana) un audiolibro de George Simenón,   que se iba a poner a la venta en septiembre. También la BBC y la Rai tiene programas de ese tipo, donde  un narrador (suele ser un actor) lee en diversos episodios un determinado libro.

   La literatura en sus orígenes era oral; La Odisea, la primer obra literaria de la historia  no estaba escrita en ningún lugar sino que se transmitía de viva voz. No tenemos que ir tan lejos,  los cuentos que leemos a nuestros hijos o sobrinos; las historias que contamos o nos cuentan y que nos siguen atrapando, todos ellos son literatura oral. 

   Dejemos para otro momento y otra entrada la confrontación entre libro electrónico y audiolibro y que sea el propio Camilleri quien nos cuente algo sobre sus Ejercicios de memoria. 

    

Este libro nació como un ejercicio, casi como un cuaderno escolar de vacaciones [...]  Lo cierto es que la publicación de este libro no entraba  en mis planes [...] había decidido dejarlo en un cajón y santas pascuas.  

  Entonces me propusieron la idea de hacer algo distinto: ¿por qué no les pedíamos a seis de los ilustradores italianos de más renombre y de distintas generaciones que colaborasen con un dibujo que pudiera representar el “sentimiento” de mi libro? Y se preguntarán: ¿Cómo es posible que, estando ciego, la idea de contar con unas ilustraciones que jamás llegaría a ver me convenciera para publicar mis ejercicios? La respuesta es que siempre me ha gustado el arte y que, cuando ya no soporto la oscuridad a la que estoy condenado, me reconforta recordar, pincelada a pincelada, los cuadros que más he apreciado en vida, y de ese modo vuelven a mi mente los colores.
  Así pues, aunque yo no las viera, pedí que me describieran con todo detalle las ilustraciones de mis compañeros de libro, que reconstruí en mi imaginación y que, lo confieso, me gustaron mucho. Por ello les doy las gracias a Gipi, Allessandro Gottardo, Lorenzo Mattoti, Guido Scarabottolo y Olimpia Zagnoli. Y le agradezco en especial a Tullio Pericoli la ilustración de la cubierta

A.C.


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