Un tío con una bolsa en la cabeza

[...] pueblo de ingratos, San Expósito. De puta madre le viene el nombre, porque está lleno de bastardos. Y yo aquí, un bastardo más, haciendo de detective. El detective reptante. El detective sin aire. El detective muerto. Pero es verdad que no puedo hacer otra cosa que pensar. De hecho, ni siquiera puedo dejar de pensar, Así que, mientras esto acaba, ya que solo me queda el pensamiento, voy a utilizarlo para algo útil: identificar a los chorizos. A uno de ellos, al menos. ¿Para qué? Como, algo de utilidad tendría si lograra salir de esta. Pero si no salgo, si no voy a salir y me voy a morir aquí, en el suelo del salón, amarrado y con una bolsa en la cabeza, tiene bemoles la cosa: eso quiere decir que entonces estoy aquí investigando mi propio asesinato. Lo dicho: el detective. También la víctima. Aunque esto no es una novela de esas que leo para dormirme. Si lo fuera, sería una mierda; no podría dar nada  de lo que prometen las sinopsis. ni acción trepidante ni ritmo cinematográfico ni giros inesperados ni una galería de personajes sorprendente ni viajes por marcos geográficos incomparables. Esto va de un tipo que  se asfixia con una bolsa en la cabeza. Un tío solo, amarrado, que piensa mientras se muere porque es lo único que puede hacer: pensar. Manda cojones. La sinopsis de la novela menos vendida del año. ¿Investigando mi propio asesinato? Pues sí, porque esto es un asesinato. [...] (pag. 94)

Alexis Ravelo es un autor  que asocio a la Semana Negra bien sea porque ganó el premio Dashiel Hammett hace unos años con La estrategia del pequinés, o quizás porque es asiduo. Aunque  me resultaba conocido no había leído nada de él,… hasta ahora.

  Antes de leer Un tío con una bolsa en la cabeza ya me había llamado la atención el título; no puedes evitar pensar como se sentirá ahí dentro. Y también ¿qué le ha llevado  a meter la cabeza ahí? La portada tampoco ayuda a suavizar la sensación claustrofóbica.  

  Mientras tecleo, se forma en mi mente una de esas asociaciones indebidas y pienso en Jose Luis López Vázquez, encerrado en La Cabina (se puede ver en la web de TVE o Youtube; merece la pena) .

   La primera asociación que hago es con Sunset Boulevard (El crepúsculo de los dioses) La película,  todo un clásico del cine que merece la pena ser visto o volver a ver, comienza con un cadáver flotando en una piscina. La voz en ofrecer de ese cadáver, nos contará los hechos que le llevaron allí.

  La novela de Ravelo  va de un tipo que se asfixia con una bolsa en la cabeza.  Gabrielo, el alcalde corrupto de un  pueblo canario, San Expósito. Han entrado a su casa a robarle y los ladrones se han ido, dejándole con la cabeza metida en una bolsa de basura. Mientras intenta liberarse y espera que alguien vaya a su casa y lo socorra, intenta identificar a los ladrones, porque al menos a uno de ellos lo conoce, al ronero lo ha visto antes. 

   [...]no puedo hacer otra cosa que pensar. De hecho, ni siquiera puedo dejar de pensar, Así que, mientras esto acaba, ya que solo me queda el pensamiento, voy a utilizarlo para algo útil: identificar a los chorizos. A uno de ellos, al menos.[...]

   Así Gabrielo, el tío con la bolsa de la basura en la cabeza, [...] haciendo de detective se convierte en el investigador de su propia muerte  [...] estoy aquí investigando mi propio asesinato. Lo dicho: el detective. También la víctima.

   Va haciendo un repaso a las personas que podrían haber hecho eso; primero a sus enemigos, pero enseguida pasa a sus amigos. Mientras lo hace, va repasando su vida. No lo hace de forma cronológica ya que los pensamientos nunca funcionan así sino que va saltando de un momento a otro. Sin embargo, conseguiremos hacernos una idea clara de su vida, desde que era pequeño, hasta la desgracia que le separó de su mujer y su hijo o el  como se metió en política... 

  Lo hace sin arrepentimiento pero también sin ningún intento de justificar su comportamiento. 

El daño que haces. El daño que haces no lo haces por inquina, por odio, porque seas un  sinvergüenza  Lo haces porque los demás se te cruzan por delante, te cortan el paso. Porque sus intereses chocan con los tuyos. porque lo que te conviene a ti no les conviene a ellos o lo que les conviene a ellos no te conviene a ti. (...) (pag. 157)

  Una de las cosas que me gusta de la novela es que no hay ninguna acción trepidante. ¿Cómo podría haberla si tan solo tenemos a un tipo al que han dejado en el salón de su casa, amarrado y con una bolsa de basura en la cabeza? Así que tampoco tenemos escenarios geográficos exóticos ni cargados de historia.  Lo único que puede hacer es pensar. ... 

esto no es una novela de esas que leo para dormirme. Si lo fuera, sería una mierda; no podría dar nada  de lo que prometen las sinopsis. ni acción trepidante ni ritmo cinematográfico ni giros inesperados ni una galería de personajes sorprendente ni viajes por marcos geográficos incomparables. Esto va de un tipo que  se asfixia con una bolsa en la cabeza. Un tío solo, amarrado, que piensa mientras se muere porque es lo único que puede hacer: pensar. Manda cojones. La sinopsis de la novela menos vendida del año. ¿Investigando mi propio asesinato? Pues sí, porque esto es un asesinato. [...] 

   Lo que si tenemos es una muy buena novela negra, no solo por el punto de partida bastante original y muy alejado de los thrillers al uso con los que nos "castigan" -mejor digamos inundan- ahora las editoriales.

    Al final del libro, Ravelo escribe que a lo largo de la novela se citan directa o indirectamente las obras de una serie de autores entre los que  está Rafael Chirbes.  Precisamente, mientras leía no podía dejar de pensar en la novela de este último. Creo que ambas ponen la llaga en el mismo problema que fustiga a España: la corrupción.

  Si Chirbes lo enfocaba desde el punto de vista de los constructores -Ruben Bertomeu- Ravelo lo hará desde el de la política -la alcaldía de San Expósito, primero con el Viejo y ahora con Gabrielo. La especulación, sobornos y corrupción ligada a las zonas costeras -el  Levante español, con Chirbes y las Canarias, con Ravelo.   También podemos ver como poco a poco, se van introduciendo mafias y grupos de paises del Este y derivando a otros negocios relacionados no solo con la construcción sino las drogas u otros asuntos. 

  Otra cosa en que creo que coinciden ambos es en señalar que no son los políticos o los constructores, esos que sobornan o se dejan sobornar, los únicos culpables. El protagonista de Crematorio señala que su familia, aunque criticaba y arrugaba la nariz ante sus negocios, no tenía reparos en aprovecharse de los beneficios de esos mismos negocios que criticaba. 

  Gabrielo, por su parte, dice, o más bien piensa, que el Viejo siempre decía que si podían engañar era porque había alguien que quería ser engañado. Ambos tienen razon: es muy fácil decir eso de Todos los politicos son iguales; este siempre ha sido un país de pícaros. .. Y pensar que más allá de eso, la cosa no va con nosotros. Nada nuevo, por otra parte; los humanos siempre hemos tenido tendencia a mirar para otro lado o simplemente callar.... ya sea por miedo o por interés. 

 Pero ahora soy más memoria que nunca. Y la memoria es también infierno. En este infierno están todos aquellos a los que un día hice mal o a quienes  no supe hacer bien. Y este mundo, este país que hemos ido hundiendo en la nada negra de la infamia. Yo y los que son, han sido o serán como yo. Y no solo nosotros , sino quienes permiten que seamos así, los que prefieren la  injusticia al desorden, la paz al progreso, esos que prefieren dejarse engañar. Ese es el infierno que hemos edificado entre todos. (pag. 238-239)


   En resumen, una estupenda novela y un muy grato  primer contacto con un autor al que seguiré leyendo. Por supuesto,  que no hace falta decir que la recomiendo. 

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