Este libro lo había comprado el año pasado y se lo presté a mi hermana porque sabía que le interesaría. Tanto fue así, que terminé por regalárselo aunque con la condición de que me lo dejara leer. Con él abrí mis lecturas de vacaciones.
Nos habla, entre otras cosas, de los agrocombustibles (Bio) y de la falacia que resultan ser (contaminantes, caros y dañinos); de los transgénicos, que iban a ser la panacea contra el hambre en el mundo. Al final ha resultado que las cosechas de maíz transgénico son menores que las del tradicional, seleccionado a lo largo de los años por la experiencia de los cultivadores.
Explica también porqué se produce ese sinsentido de que ganaderos y agricultores no cubran los gastos de producción mientras que nosotros pagamos unos precios elevadísimos por esos mismos productos. O como se dedican grandes extensiones a cultivar soja o maíz para hacer piensos con los que alimentar a los peces criados mediante la acuicultura. Habla de las percas del Nilo; mientras que la población alrededor del lago Victoria se muere de hambre, una cantidad exorbitante de esos peces serán convertidos en harinas de pescado que se dan como pienso a vacas y pollos.
Cita, sin pelos en la lengua, a empresas como PESCANOVA -con sus criaderos de salmones en Chile- CALVO, TESCO, NESTLE y alguna otra, que tienen factorías en países del cono sur donde la legislación medioambiental es más lasa. Incluso menciona a MERCADONA -ya había oído que esta última presionaba a algunas empresas pequeñas o productores para que trabajaran para ella (sus marcas blancas) por unos precios irrisorios.
Te invita a reflexionar sobre todos estos temas y te hace replantearte tus propios hábitos de consumo. Es muy difícil salirse de este sistema o engranaje en el que estamos inmersos pero sí podemos llevar a cabo pequeños gestos que por si mismos apenas cambian nada pero juntos tienen gran impacto.
El simple hecho de comprar y alimentarnos con los productos de temporada en lugar de empeñarnos en comer ciruelas o cerezas en pleno invierno (en un capítulo del libro habla de la cantidad de kilómetros que recorren los alimentos y el gasto en combustible que ello supone). Intentar comprar a los productores locales -los alimentos no solo son más sabrosos sino también más baratos-. Concepto este, cocina de proximidad, que se está implantando en algunos restaurantes
Recordaba, y así lo comentaba en uno de nuestros paseos al faro, una serie americana en uno de cuyos episodios, en el alegato final, el abogado (era un caso relacionado con el medioambiente) señalaba que siempre nos hablaban del agujero en la capa de ozono, del calentamiento de la tierra, el deshielo de los polos…Nos sentíamos tan desbordados ante esos problemas tan grandes, que no sabíamos que hacer y por tanto ¡no hacíamos nada! Pero que éramos capaces de llevar a cabo pequeños gestos -apagar la luz, no desperdiciar agua, compartir el coche para ir al trabajo, (los ejemplos son míos, no recuerdo cuales citaba)- que apenas nos suponían esfuerzo y sumados todos ellos entre sí eran una forma de luchar contra dichos problemas.
Ahora que se está mencionando tanto la hambruna en el cuerno de África (esa es otra; etíopes y somalíes llevan muchísimos años en esta situación y parece que los medios de comunicación acaban de enterarse) es una lectura muy oportuna. Nos demuestra algo que sabíamos o sospechábamos; el hambre en el mundo no se debe a la escasez de alimentos sino a su desigual distribución o a los sistemas de producción (véase el caso citado con las percas del Nilo)
También nos habla -algo en el que no nos gusta pensar o queremos creer que ya no existe- de la esclavitud del siglo XX y XXI. Cuando deseemos cambiar nuestro ordenador, tablet, o teléfono móvil por otro de ultimísima generación quizás debamos plantearnos en que condiciones se trabaja en las minas de coltán.
No pretendo que renunciemos a la tecnología o que abandonemos el trabajo para cultivar la huerta y criar gallinas (salvo que sea eso lo que realmente queramos) pero si me gustaría que todos seamos conscientes de que nuestros hábitos de vida y consumo tienen un impacto en el planeta y que intentemos que sea el menos dañino posible
El mejor rincón musical posible para esta entrada es este CD titulado Sembrar la Vida. Si pincháis en el enlace tendréis más información sobre el proyecto así denominado
Maizales asturianos |
Explica también porqué se produce ese sinsentido de que ganaderos y agricultores no cubran los gastos de producción mientras que nosotros pagamos unos precios elevadísimos por esos mismos productos. O como se dedican grandes extensiones a cultivar soja o maíz para hacer piensos con los que alimentar a los peces criados mediante la acuicultura. Habla de las percas del Nilo; mientras que la población alrededor del lago Victoria se muere de hambre, una cantidad exorbitante de esos peces serán convertidos en harinas de pescado que se dan como pienso a vacas y pollos.
Cita, sin pelos en la lengua, a empresas como PESCANOVA -con sus criaderos de salmones en Chile- CALVO, TESCO, NESTLE y alguna otra, que tienen factorías en países del cono sur donde la legislación medioambiental es más lasa. Incluso menciona a MERCADONA -ya había oído que esta última presionaba a algunas empresas pequeñas o productores para que trabajaran para ella (sus marcas blancas) por unos precios irrisorios.
Te invita a reflexionar sobre todos estos temas y te hace replantearte tus propios hábitos de consumo. Es muy difícil salirse de este sistema o engranaje en el que estamos inmersos pero sí podemos llevar a cabo pequeños gestos que por si mismos apenas cambian nada pero juntos tienen gran impacto.
El simple hecho de comprar y alimentarnos con los productos de temporada en lugar de empeñarnos en comer ciruelas o cerezas en pleno invierno (en un capítulo del libro habla de la cantidad de kilómetros que recorren los alimentos y el gasto en combustible que ello supone). Intentar comprar a los productores locales -los alimentos no solo son más sabrosos sino también más baratos-. Concepto este, cocina de proximidad, que se está implantando en algunos restaurantes
Recordaba, y así lo comentaba en uno de nuestros paseos al faro, una serie americana en uno de cuyos episodios, en el alegato final, el abogado (era un caso relacionado con el medioambiente) señalaba que siempre nos hablaban del agujero en la capa de ozono, del calentamiento de la tierra, el deshielo de los polos…Nos sentíamos tan desbordados ante esos problemas tan grandes, que no sabíamos que hacer y por tanto ¡no hacíamos nada! Pero que éramos capaces de llevar a cabo pequeños gestos -apagar la luz, no desperdiciar agua, compartir el coche para ir al trabajo, (los ejemplos son míos, no recuerdo cuales citaba)- que apenas nos suponían esfuerzo y sumados todos ellos entre sí eran una forma de luchar contra dichos problemas.
Ahora que se está mencionando tanto la hambruna en el cuerno de África (esa es otra; etíopes y somalíes llevan muchísimos años en esta situación y parece que los medios de comunicación acaban de enterarse) es una lectura muy oportuna. Nos demuestra algo que sabíamos o sospechábamos; el hambre en el mundo no se debe a la escasez de alimentos sino a su desigual distribución o a los sistemas de producción (véase el caso citado con las percas del Nilo)
También nos habla -algo en el que no nos gusta pensar o queremos creer que ya no existe- de la esclavitud del siglo XX y XXI. Cuando deseemos cambiar nuestro ordenador, tablet, o teléfono móvil por otro de ultimísima generación quizás debamos plantearnos en que condiciones se trabaja en las minas de coltán.
No pretendo que renunciemos a la tecnología o que abandonemos el trabajo para cultivar la huerta y criar gallinas (salvo que sea eso lo que realmente queramos) pero si me gustaría que todos seamos conscientes de que nuestros hábitos de vida y consumo tienen un impacto en el planeta y que intentemos que sea el menos dañino posible
El mejor rincón musical posible para esta entrada es este CD titulado Sembrar la Vida. Si pincháis en el enlace tendréis más información sobre el proyecto así denominado
Comentarios
Lo de los hábitos de consumo es verdad: los del interior no paramos de comper pescado de mar, comprar productos fuera de temporada y productos que no son "autóctonos" (mango, soja...), etc.
Yo, sinceramente, solo me fijo en que sea algo de temporada, pero no voy buscando procedencia, porque compro todo en el super en lugar de en tiedecitas pequeñas (entonces tendrías que ir a 4 tiendas para comprar lo mismo que en un supermercado) y la vida moderna no nos deja perder el tiempo así. Pero bueno, lo de ir andando a la universidad y al trabajo lo llevo por el libro.
Nos queda mucho por hacer, es verdad.
Yo me había hecho ilusión que el movimiento indignaos iba a ir por este lado, por el lado de organizar a los consumidores, para que no permitiéramos que empresas así, (para mí por nuestra culpa inconsciente) tengan que funcionar así, y además poco a poco quedándose con toda la tarta.
Muy buena entrada (aunque el linro no se ve)
Hay otro muy bueno de Jane Goodall, que se llama :Otra forma de vivir" y ahí precisamente no pone los trangénicos como ninguna panacea para el hambre en el mundo, más bien como una forma de que algunas pocas empresas se hagan con el control de la alimentación en el mundo (con las semillas), y otras muchas más cosas.
Un abrazo
Y eso por no hablar de los que se dedican al comercio del cereal, con grandes barcos de su propiedad moviéndose de puerto en puerto del Mediterráneo, pero sin descargar la mercancía, consiguiendo con este simple mecanismo que el precio se dispare, mientras los agricultores lo venden barato -bueno no este año- y en África muriéndose de hambre.
De todos modos es difícil sustraerse, porque este tipo de comercialización y producción es una consecuencia inmediata del sistema neoliberal o capitalismo salvaje en el que todos estamos de acuerdo. Los pequeños comercios, que son los que pueden suministrarnos -cuando lo hacen- los productos locales, no pueden competir en precio y los bolsillos están como están.
Es verdad -por ejemplo se ha hablado de la leche- que para manterner esos precios tan bajos nos dan gato por liebre, pero a veces...
Porque es casi imposible (o realmente difícil) que todo lo que compres pertenezca al comercio justo, y que sea biológico, y de temporada y de proximidad y sostenible, y a empresas que no hayan explotado a los trabajadores, y, y, y, y...
Porque lo de intentar comprar frutas y verduras que no hayan sido compradas al agricultor a precio de risa y a ti te las cobren a precio de oro, eso ya es imposible ¿no?
Qué interesante el título del libro que nos traes hoy (además de su contenido). Y es que, "lo que hay que tragar" es que el mundo es así y vaya usted a intentar cambiarlo. Como consumidores tenemos mucho que decir, y obviamente no va a ser cosa de un día o dos cambiar las cosas, pero cada pequeña acción cuenta, como bien decís.
Pensar en lo que compramos (y en el caso que nos ocupa, comemos) es algo que deberíamos hacer continuamente. Es más, a poco que se acostumbre uno a hacerlo se convierte en un hábito y no le echas más cuentas que a decidir qué ropa te pones cada día, por ejemplo.
En las compras que realizamos diariamente intervienen muchos factores, y simplemente hay que ir poco a poco creando conciencia sobre cómo elegir. ¿Es mejor un producto ecológico cultivado en Alemania o uno local bajo condiciones de cultivo tradicionales? Pues depende, claro está, pero a priori habría que tender por lo local y, poco a poco, conseguir que las condiciones fueran las mejores para el agricultor, trabajadores y consumidores. Todo este tinglado que tenemos montado depende a día de hoy de las energías fósiles y de lo "baratas" que resultan (entre otras cosas porque externalizan buena parte de sus costes), pero a poco que pasen unas décadas se acabará la fruta de Uruguay (es un poner) barata y por aquí no quedarán apenas campos de cultivo.
A día de hoy la agricultura ecológica resulta más cara que la convencional, pero a largo plazo posiblemente sea la más rentable. Los transgénicos y el cultivo intensivo producen más (se supone), pero llevo oyendo desde hace lustros que iban a acabar con el hambre y solo veo a las compañías que los fabrican más poderosas que nunca.
Algo estamos haciendo mal, y nunca está de más ser crítico (incluyendo la autocrítica) y actuar con sensatez en cada acto diario.
Me apunto el título, pues como ya imaginarás me ha llamado mucho la atención. Hay más obras en esta línea pero nunca está de más una así, sobre todo si incluye ejemplos de compañías tan cercanas como Mercadona (que los "malos" no se quedan en Nestlé, Coca Cola o Monsanto).
Un abrazo grande.
P.S.: Como verás, "me cambié de traje" por la temática, jejeje.
Nos insisten en que comamos verduras pero nos advierten que tiene pesticidas y no sabemos que es mejor si las verduras que comemos o los pesticidas que nos tragamos... por otra parte los tomates ya no saben a tomates.
No se si el concepto de cocina de proximidad es posible en Madrid ¿20 millas?
Como consumidora a veces me angustio porque llevo años informándome sobre el tema e intento actuar sconsecuentemente, pero otras veces me pongo voluntariamente una venda en los ojos porque no puedo comprar-comer-asearme-vestirme… con tanto sentimiento de culpa.
Os recomiendo el documental "La pesadilla de Darwin" (hoy lo he prestado a un amigo), nos cuenta cómo se introdujo la perca del Nilo en el Lago Victoria, y sus consecuencia faunísticas, comerciales y sociales. Para mí impactante. Muy muy duro.
Un saludo a todos. Inma.
Debo añadir que me alegra ver que os ha interesado el tema, no solo porque a mí me lo parece sino porque estuve dudando sobre si publicarla o no.
Isi también yo me fijo en que sea de temporada (además de más rico es más barato)y aunque compro en tiendas pequeñas algunas cosas para otras voy al supermercado (incluído el Mercadona)
Si que nos queda mucho por hacer pero creo que poco a poco vamos concienciándonos sobre estas cosas.
Hola, Saramaga ahora que lo dices es cierto que también yo lo ví. Es un programa de Canal Cocina.
También leí hace unos días un reportaje sobre la "cocina de proximidad".
A veces tengo la sensación de que el llamado progreso consiste en hacernos correr hacia adelante, sin que nos den tiempo a pensar hacia donde queremos ir.
Un abrazo.
O la cesta de la compra. En Budapest me fijé que había gente que llevaba cestas de paja (de esas trenzadas que había en todas las casas) bien en la bici.
Si que es difícil sustraerse; lo comentaba con mi hermana, tras la lectura del libro. De todas formas, si podemos frenar ese ritmo desaforado de consumo.
Y sí, lo de los transgénicos es un gran camelo.
Tomo nota del documental que citas (y se lo comentaré también a mi hermana) :)
Amando los pequeños comercios no pueden competir en precio pero si pueden hacerlo en calidad y trato personalizado. Como trabajo en un pueblo (por mucho que hablen de ciudad lineal) aprovecho para hacer allí la compra. Más de una vez me he ido de la pescadería con el pescado y la receta para hacerlo; o los quilos son más abundantes o ...
Y sí, tienes razón, al final se resumen en que volvamos a aplicar el sentido común.
Loque tampoco se trata de convertirse en un fundamentalista pero si en ser más conscientes de lo que hay detrás. Y, vuelvo a repetir, aplicar el sentido común.
P.D: aún es posible comprar directamente al agricultor -en algunos casos. En el verano, compro los tomates, lechuga, cebolla, fréjoles y a veces patatas a unos señores que viven al principio del pueblo. Pago o,70€ por unos tomates que en el super me costarían el doble o el triple (y un kilo suele ser de 1.2oo gr. :) )
PUes sí, para que la cosa funcione tenemos que ir corrigiendo nuestros hábitos de consumo pero de una forma que no nos resulte engorrosa pues entonces terminaremos por abandonar.
Claro que apenas hay ya cultivos. Este verano me fijaba en que la mayor parte de las cuadras de O* se han reconvertido en apartamentos rurales y los horreos se están cayendo a cachos (sobre eso hablaré en Maldito Karma) porque ya no hay nada que guardar en ellos (salvo trastos)
Alice una vez compré una lechuga en el supermercado y, por distintas circunstancias, no la comí. A los quince días seguía verde y lozana. Supongo que eso se debería más que a la calidad de la nevera (que no dudo de que influye) a que les echan sabe dios qué para que luzca así.
P.D: desde que le compro los tomates a "Pepe y Mercedes", no he vuelto a comerlos más que en verano, que es cuando realmente saben a tomate (y es su temporada)
Gracias CArol me alegro de que te haya gustado. Pues sí, a veces es imposible evitar "hacer gasto" a las "malas" compañías. Como decía más arriba, no se trata de volvernos fundamentalistas, pero si de tener más conciencia y hacer lo que podamos (muchos pocos hacen un mucho)
Natalia D si la entrada te ha servido para reflexionar sobre nuestros "frenéticos" hábitos de consumo me alegro. También yo intento ser lo más racional posible aunque no siempre lo consiga.
Inma creo que tenemos que intentar ser más responsables al consumir pero sin culpabilizarnos.
Tomo nota dle documental. A ver si mi hermana -que también está metida en estos asuntos- puede conseguirlo.
P.D: me alegro de volver a verte por aquí.
Un beso,
Ale
pd
es uno de los paseos más bonitos por méxico: sus mercados para ver la cantidad de colores en frutas y verduras.
Me encanta visitar los mercados y ver los puestos de frutas y verduras (y flores)