Los derechos del lector



Como le tengo cariño a mis adjuntos y además ya he hecho varias alusiones a ellos, me parece buena idea recuperarlos e irlos intercalando entre las nuevas divagaciones. Comenzaré por uno de los que más comentarios suscitó. Como es muy largo -comprobareis que lo mío no es la brevedad-lo publico en dos entradas.

Por una de esas confluencias de caminos a los que ya nos referimos, fui a dar a Pennac y su Como una novela. Termina el libro con un compendio de derechos del lector, que suscribo plenamente. No pude evitar hacer mis propias reflexiones sobre ellos; aquí van:
1. El derecho a no leer
Si hay una fórmula eficaz para ahuyentar a niños y adolescentes de la lectura es obligarles a leer. No soporto a Juan Ramón Jiménez, por culpa de los dictados de Platero y yo. Recuerdo con espanto las clases de literatura en el instituto; jamás he vuelto a leer nada de los autores que fueron lecturas obligatorias.
También es cierto que los no lectores pueden ser estupendos amigos, magníficos profesionales y amantísimos padres. El hecho de que no te guste leer no te convierte automáticamente en peor persona. Sí creo que la lectura nos hace mejores.
Incluso quienes somos lectores tenemos épocas o momentos en que nos sentimos saturados y no queremos saber nada de la letra impresa. Lo que nos apetece es darnos una panzada de televisión o cine. Pasamos de devorar un libro tras otro a “eternizarnos” con el que estamos leyendo. ¡No pasa nada!
2. El derecho a saltarse las páginas
¿Quién no lo ha hecho? La primera vez que leí El nombre de la Rosa me salté todos los “latinajos”. En ocasiones hay partes que me salto –y a las que puedo volver o no-. En los libros de cuentos o relatos cortos, voy picoteando; dejo relatos sin leer, salto del primero al cuarto y luego me voy al último para volver al segundo. A veces es la sensación de aburrimiento, de que todas esas páginas son prescindibles. O simplemente que quieres ir al grano.
3. El derecho a no terminar un libro
Ese derecho fue uno de los que más me costó aceptar. Me sentía obligada a terminar cualquier libro que hubiera empezado, aún cuando no me gustase. ¡Qué masoquistas podemos llegar a ser! ¿No habíamos quedado en que la lectura es, ante todo, un placer? Pues entonces ¿por qué empeñarnos en continuar leyendo cuando, por el motivo que sea, ese libro no nos atrapa?
Y al amparo de este derecho se me ocurre otro: el derecho a darle una segunda oportunidad. Es posible que el libro que hoy se nos atraviesa, en otro momento nos cautive desde la primera página. Si nos empecinamos en su lectura insatisfactoria, le estamos negando ese derecho.
4. El derecho a releerJamás me lo había planteado como un derecho, a pesar de que practicarlo bastante. He llegado a releer un libro hasta siete veces –en concreto, Sinuhé el Egipcio-. Hay gente que no relee nunca y eso me llama la atención; tampoco hay que ser tan excesiva como en mi caso con Sinuhé.
Me gusta releer porque en las sucesivas lecturas descubro matices que no había percibido en las anteriores. Debo confesar que también ha habido ocasiones que tras una segunda lectura me he preguntado por qué me había gustado tanto ese libro la vez anterior.
(Continúará...)

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Me alegra comprobar que empiezas a manejarte co soltura por la blogosfera.
Derecho 1. No leer significa perderte a parte de esa humanidad con la que compartes lugares, personajes, situaciones, emociones...Yo creo que la lectura es uno de los rasgos que nos hace personas. (Deberiamos abrir un debate sobre las lecturas obligatorias y los títulos/autores que deben leerse en el colegio /instituto)
Derecho 2. Yo también me he saltado algunas páginas, aunque siempre me queda la sensación de perderme algo importante. Un libro así leído es un libro no disfrutado. Como cuando colgabas alguna clase en la facultad.¡Aunque luego me dejaran los apuntes, no era lo mismo!
Derecho 3. Lo practico con frecuencia. Si un libro no me engancha, lo dejo. Eso sí, a veces le doy una segunda oprtunidad. El estado de ánimo influye mucho en cómo te engancha el texto, por eso es bueno tener varios al tiempo. Un libro con el que no he podido, y que además no me apetece intentarlo de nuevo, es el "Ulises". ¿Quién lo leyó?
Dercho 4. Más que un derecho es un vicio. Yo también releí "Sinhué...", "Los tres mosqueteros", "La cabaña del Tío Tom" (cómo lloraba), "Cien años de soledad" (curiosamente este libro me provocaba rechazo y sin embargo, me encantó) Pero he de reconocer que hace tiempo que no lo hago. Claro, ¡con tanto libro que recomendáis...!
Yo también lo dejo aquí
LESCAUT
Anónimo ha dicho que…
Quiero compartir con vosotros el mensaje que acabo de enviar a mis compañeros del Foro de Realidad y ficción:

Animo a todos los lectores a surfear por el blog “De libro en libro”, que nos ha presentado Ismael. Es un portal muy bueno para compartir sobre lectura. Para los docentes supone una oportunidad para reflexionar sobre nuestra tarea respecto a la lectura y su amor por ella.
De todas maneras, sigo pensando que los clásicos son necesarios y que nuestro reto es hacerlos comprensibles y amables.
Seguro que paseando por este blog os enriqueceréis y os volveréis aún más profundos y creativos.
Un saludo,
Mercedes Laguna
http://www.realidadyficcion.es/Blog/foro_lectura.htm
Anónimo ha dicho que…
pues yo sigo resistiendome a no terminar un libro.... lo que hago es ir directamente al último capítulo.... y estoy deseando releer Sinué el Egipcio, cómo me gustó¡¡¡ Angeles
P.D. como yo no recibí ningún adjunto estoy encantada de leerlos ahora
Anónimo ha dicho que…
Yo también me resisto a no terminar un libro. No sería la primera vez que me pasa que un libro que me parece un tostón acaba enganchándome, incluso apasionándome. ¿Y si lo hubiera dejado y me lo hubiera perdido? Claro que este tema podría llevarnos al derecho a dar una segunda oportunidad al libro en cuestión. Todos sabemos que a veces no es el momento oportuno para que te guste un libro determinado, y más adelante puede ser el momento de retomarlo con gusto. A mí me pasó con "Los pilares de la tierra", no lo podía soportar, pero un par de años más tarde me encantó.
Respecto a los libros de lectura obligatoria para chicos, yo creo que depende mucho del profesor. Mi hijo mayor tuvo una profesora en el instituto que consiguió entusiasmar a todos los alumnos con autores más modernos, distintos de los que suelen mandarles leer. Ella le descubrió a Laura Gallego, de la que terminó leyendo todo lo que tenía publicado.
Por último, claro que existe el derecho a que no te guste la lectura, pero te pierdes tantos momentos, lugares, historias....
Anónimo ha dicho que…
Yo no disfruto un libro cuyas páginas salte constantemente. La cosa es que no me gusta perderme algo del libro, y si me salto algo probablemente sea porque la lectura no me está llenando.

He dejado muchísimos libros a medias con poco remordimiento: "La escritura o la vida", de Semprún, "El poder y la gloria", de Graham Greene (éste no lo soporté) o "El Oso" de Faulkner, del cual la primera parte me fascinó, mientras que después del asunto del oso se me hace lentíiiiisimo.

Odio "Marianela" y Galdós en general por tener que leerlo en el instituto. Parecido me pasó con "La Celestina".

¡Salva de besos!
Anónimo ha dicho que…
Pues comparto todo lo que dices, este libro en su sencillez, decía cosas que todos los que leemos lo hemos pensado. Se lo regalé a mi hija que es maestra.
Siempre digo que cada lector y cada libro tiene su tiempo y cuando te adelantas, malo. Yo, el Quijote lo odié toda mi infancia y juventud y ahora me encanta.
Sigo navegando por tu blog, es muy bueno y me encanta como escribes y te expresas, así que ánimo.
Un saludo
Teresa
Hilario ha dicho que…
¡Me encantaron los derechas de Pennac! El único que no he ejercido es el segundo. Estoy contigo, no me parece bueno obligar a leer. Los libros que he leído por obligación los he disfrutado mucho menos.
Un saludo
Anónimo ha dicho que…
Me gustan los derechos del lector de Pennac. No obligar a leer a los niños es fundamental si quiere uno hacerlos lectores. Creo que para hacer lectores deben ver que es disfrutable para otros.

El segundo derecho me cuesta trabajo, pero generalmente es señal de que el libro no me está gustando tanto como quisiera, pero si lo suficiente para no dejarlo de lado.

Y el tercero y cuarto los ejerzo con singular alegría (y desvergüenza, dirían mis maestros de literatura del bachillerato). Dejé muchos libros en esa época porque me obligaban a leerlos y yo nomás no quería hacerlo.