El lado oscuro de Muñoz Molina (II)

(primera parte aquí)

A Muñoz Molina le gustaría escribir la novela policiaca ideal; dice que de vez en cuando le da vueltas pero que es muy difícil porque la solución final debe estar a la altura del misterio. (Ya se lo decía Sherlock Holmes a Watson; en cuanto le explicaba los pasos mentales que le habían llevado a descubrir lo que estaba pensando, la magia desaparecía)

Hablando de trucos y de misterios que hay que resolver, aludió a la serie Lost en que cada vez se añadían más y más misterios y decía que eso es como firmar cheques en blanco (o comprar con la tarjeta, diría yo) llegará un momento en que habrá que pagarlos.

Doy un salto hasta el final porque Lorenzo Silva en su intervención habló precisamente de esas convenciones del género. La solución final debe sorprender al lector y él en su última novela se había negado a ello; quería contar lo que quería y se negaba a sacar un conejo de la chistera. Algo por lo que le habían criticado; en realidad, creo que le criticaron por algo más, pero eso lo dejaremos para la próxima entrada negra.

Ya que salió Lost a relucir, otra pregunta de Antonio Lozano se refería a las series policiales que le gustan No lo dudó: Los Soprano; la vió en directo (en Estados Unidos) y la vuelve a ver de vez en cuando. -Domingo tarde, tirado en el sofá, tres o cuatro horas viendo capítulos de tus series favoritas y diciéndote -¡qué estoy haciendo con mi vida!. Algo que Lorenzo Silva reconoció hacer y que todos hemos hecho alguna vez-.

Dice que aquí no nos damos cuenta pero es una serie local. Los escenarios son los de New Jersey, los sitios, las personas son tal cual. Encuentra un toque romántico en esa serie que no existe por ejemplo en The Wire, que considera casi como un documental. (A Lorenzo Silva si que le gusta y recomendó otra de la que no recuerdo el nombre)

Otra de las preguntas que Antonio Lozano le hizo, casi al final, fue si consideraba que la Academia de la Lengua podría ser escenario de una novela policiaca. ¿Por qué no? y citó Asesinato en el Comité Central, de Vazquez Montalbán. Teniendo en cuenta que dentro de poco habrá que elegir nuevo secretario, sería ese el arranque perfecto para la novela (esto último lo pensé yo)

En la última parte, cuando se estaba refiriendo a Plenilunio -no sé si a consecuencia de una pregunta de una persona del público-habló de la necesidad de orden tenemos, que nuestro cerebro nos exige y eso es lo que hace que nos molesten los misterios que quedan sin resolver. Mencionó un libro que había leído el año pasado El monstruo de Florencia sobre una serie de crímenes que se habían sucedido en esa ciudad y de los que se desconocía al culpable. Se me ocurre ahora mismo que puede que nos molesten pero a la vez nos atraen; ahí está Jack el destripador, sobre el que siguen haciendose especulaciones acerca de quién sería en realidad.

También habló sobre la lectura y lo hizo como en el resto de la charla, con naturalidad y sin divismos. Esta parte la omito porque escribió esto en su página web que, estoy segura, es una reflexión a partir de lo dicho en Getafe.

Me parece que fue más o menos al hablar de ello cuando aludió a la admiración que le causan los personas que pueden hablar y escribir de física o sobre el funcionamiento del cerebro o sobre otras materias complicadas y lo hacen de forma que resulte clara para quienes no saben nada de ello. (No pude evitar pensar en Damasio o en Pinker; dos neurólogos que consiguen que leer sobre el funcionamiento del cerebro resulte interesantísimo)

Algo que se me olvidaba y que es bastante interesante. Habló sobre la poca estima que se da en Estados Unidos al género policial, que no se considera literatura. Aludió a un periódico que en su sección de crítica literaria tiene páginas completas para una obra y luego otras en que publica cuatro o cinco críticas de libros “menores” o menos importantes. Es muy raro que a una novela policiaca le dediquen una hoja completa.

Mencionó a Patricia Highsmith, muy valorada por los europeos (se fue a vivir a Francia, como su personaje) y sin embargo no es demasiado apreciada por los americanos (Esta mañana me acordaba y pensaba que sucede lo mismo con Woody Allen)

Seguro que se me olvidan cosas –tampoco incluyo las preguntas del público –pero creo que lo fundamental o al menos lo que más me llamó la atención está recogido aquí. Para acabar os diré que salí de allí encantada y que hubiera estado genial que se me hubiera ocurrido llevarme mi ejemplar de Sefarad para que me lo dedicara. ¡La próxima vez será!

Os recomiendo que leáis la crónica de Alice Silver, a quién debo la fotografía que ilustra esta entrada.

Hoy, un rincón musical negro: El caso de la rubia platino